Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Pilato lo interrogó, diciendo:
« ¿Eres tú el rey de los judíos?»
«Tú lo dices»
Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:
«No encuentro en este hombre ningún motivo de condena.»
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús. Pero ellos seguían gritando:
« ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!»
Por tercera vez les dijo:
« ¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»
Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»
Y diciendo esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:
«Realmente este hombre era un justo.»
Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.Palabra del Señor